En medio de un mundo que no los entiende y al ser criados
por padres que no saben cómo tratarlos -que confunden su forma de ser con
hiperactividad o inadaptación al sistema-, las potencialidades de los índigos
se ven algo transgredidas. “En general las características se mantienen toda la
vida, sin embargo, las condiciones paranormales se van perdiendo por efectos de
una educación muy racional o porque la persona teme ser incomprendida o
malinterpretada”, plantea Morales. Tanto para los padres de un niño índigo como
para quienes lo son, vale la pena entender que desde pequeños se les debe
escuchar, valorar y respetar, nunca forzarlos a hacer cosas que no quieren. “Se
deben negociar las normas, ponerlos en colegios donde se les permita
desarrollar su individualidad, facilitarles libros de acuerdo a su área de
interés, darles alimentos y bebidas naturales”. En vez de medicarlos para
solucionar “problemas” con ellos, como es muy común, hay que optar por medidas
que se ajusten a su esencia.
“Responden excelentemente a las terapias energéticas, a los
remedios naturales, la homeopatía y les hacen muy bien los alimentos y bebidas
naturales, sin aditivos químicos, colorantes y azúcares. Se benefician del
contacto con la naturaleza y prácticas como el yoga, tai chi y les encanta el
reiki”. Hay un aspecto clave “si un índigo encuentra el equilibrio, puede
convertirse en un individuo muy fuerte, sano y feliz”.
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